Hoy el grupo es numeroso, cuarenta personas, y muy agradable, pues la mayoría ya han compartido varias etapas de este GR.
Salimos desde el área de servicio de El Rebollar y después de cruzar la autovía atravesamos la pequeña aldea, donde encontramos el primer panel informativo.
Está nublado, a ratos sale el sol, y la temperatura es de diez grados. Va a ser un buen día para andar.
Pasada la aldea salimos a campo descubierto y seguimos las marcas que nos indican que estamos sobre le GR 7, ya que este sendero hace labores de enlace entre las diferentes partes del GR 238.
Pronto comenzamos a ganar altura, al principio muy lentamente, y luego con fuerza lo que hace que ya algún pequeño grupo se quede descolgado de la marcha. La gente debería saber calibrar con mayor exactitud su aptitud física y apuntarse sólo a aquellas actividades en las que no sea una rémora para el resto de participantes.
Pronto el camino se encabrita y la pendiente es más fuerte, aunque durante poca distancia, y así llegamos al primer collado donde reagrupamos y nos confirmamos en la opinión de que hoy será un día de espera a los que van al final del grupo.
Los siguientes kilómetros son de cresteo, cómodo, y aprovechamos para parar a almorzar.Al reanudar la marcha, el sendero se dirige rapidamente al fondo de un barranco, y allí, junto a la señal derribada, no sabemos si voluntariamente o no, se separan el GR 7, que va por la izquierda a buscar Venta Gaeta, y, por la derecha, el GR 238 que seguimos nosotros.
La foto, evidentemente, esta hecha cuando el poste aún no había sido derribado, la vez anterior que pasé por aquí.
A partir de este momento no paramos de subir, aunque de una forma muy cómoda pues el sendero hace curvas y curvas que permitan ganar altura casi sin darse cuenta.
De esta forma llegamos al punto más alto de todo el recorrido y comenzamos la bajada, que aún es más comoda, y con mejor trazado que la subida.Una pequeña balsa, pone algo de alegría junto al camino que, por lo demás, en este trozo, es bastante soso y aburrido.
Así que, como ya va siendo hora, decidimos hacer el alto de la comida y que el descanso se alargue un poco. A fin de cuentas lo peor ya ha pasado y lo que falta va a ser un cómodo paseo. Como cada vez que paramos, la espera a los que van en cola se hace interminable.
El grupo decide tomárselo con calma y cuando ya hemos dado buena cuenta de lo que cada una llevaba, nos ponemos en pie, cogemos las mochilas y continuamos sabiendo que estamos a media hora del río Magro por el punto en que lo alcanzaremos, que será en Hortunas de Abajo.
Así que un pequeño paseo, después de haber recuperado las fuerzas nos lleva hasta la corriente fluvial, tan sucia como de costumbre.
Ahora tan sólo nos queda un pequeño paseo, de unos tres kilómetros, por la vereda que bordea el río para así llegar a Hortunas de Arriba donde el autobús. por decisión de su conductor, no nos espera en el lugar acordado, y sí junto a la terraza del único bar del pueblo. Hay momentos en que no podemos más que aplaudir las decisiones de los demás.
Y se acabó, Un día perfecto, con una climatología muy agradable, una compañía magnífica y un recorrido bonito y con poca exigencia.
La cerveza, o el café, o el refresco, están más que merecidos y el retorno a casa (a las 6 ya estábamos en Valencia) es lo único que falta para completar el día.
La única pega, ya lo he dicho, es que toda una excursión no puede ir con retrasos continuos porque un grupo muy reducido de personas, apenas un par, han medido mal su capacidad física y se apuntan a recorridos que les excedenPaz, salu y buen sendero